Un trabajo realizado por Ángela Rico Calviño. Estudiante de 3º de Traducción y Comunicación Intercultural
Recientemente se ha hecho noticia Roald Dahl, el autor de novelas ciertamente sonadas como Charlie y la fábrica de chocolate o Matilda, puesto que se ha tomado la decisión en Gran Bretaña de modificar dichas novelas para que estas tengan un tono más inclusivo y menos ofensivo. La polémica principal consiste en que dichos libros incluyen descripciones físicas de los personajes como “gordo” o “feo”, los cuales han sido considerados como adjetivos ofensivos por muchos.
Esta idea ha surgido de los herederos de dicho autor y de la editorial Puffin Books, los cuales consideraron que esta medida sería apropiada de acuerdo al filtro de la corrección de nuestros tiempos. Sin embargo, ¿es esta una decisión correcta?
Roald Dahl no es la primera víctima de esta censura moralista. Otros autores como Tolkien o Dickens han sido acusados de ser racistas o machistas y, sin embargo, no se ha decidido tomar medida alguna, por el momento. Se ha de tener en cuenta que todos estos escritores vivieron una época y mentalidad completamente distintas a la nuestra, por lo que sería injusto imponer nuestras normas sociales actuales en sus obras. Dicho esto, se ha de tener en cuenta que autores como Jane Austen, cuyas obras serán las leídas por Matilda en vez de las de Rudyard Kipling, no ha sido presa de este movimiento “woke” a pesar de que la primera no fuese feminista en absoluto y el segundo fuese un escritor colonial.
Sin embargo y a pesar de todo el caos desatado por la noticia, debemos recordar que Roald Dahl buscaba impartir valores a los niños a través de sus obras, haciendo que el aspecto físico pasase a un segundo plano respecto a la moral. Según el autor:
“Una persona que tiene buenos pensamientos nunca puede ser fea. Puedes tener una nariz deforme, boca torcida, una doble barbilla y los dientes salidos, pero si tienes buenos pensamientos, resplandecerán en tu cara como rayos de sol y siempre tendrás algún atractivo”. – Los Cretinos.
Muchos usuarios han manifestado su descontento en redes como Twitter, habiendo dicho el mismo primer ministro británico Rishi Sunak lo siguiente: “Es importante que las obras de literatura y los trabajos de ficción se preserven y no se editen”. Considero, desde la perspectiva de la traducción y como alumna que soy y traductora en ciernes, que censurar un libro por su lenguaje o mismo por la ideología de un autor sería una clara coacción de la libertad de expresión, ya que de cierta forma se está estableciendo (en este caso) una imposición de un lenguaje para un público extremadamente sensibilizado cuyo enfoque, en este caso, es el público infantil. En palabras de Sunak: “Siempre hemos defendido el derecho al libre discurso y expresión”. De modo que, ¿podría ser este un ejemplo de coartación de la libertad de expresión?
Al suavizar tanto el lenguaje e introducir tal cantidad de eufemismos, podría dar la impresión que el autor considerase a sus lectores como no lo suficientemente maduros como para afrontar ciertos tópicos que son parte de la vida real tanto en la niñez como en la edad adulta. De esta forma, se estaría contradiciendo la intención del mismo Roald Dahl, puesto que él jamás subestimó el intelecto de sus lectores, independientemente de su edad. Una muestra de esto es el caso de las palabras inventadas por Dahl, que son más de 500. Esta capacidad creativa del autor es ejemplo de su ingenio y dominio del lenguaje y un guiño a su público lector. Son elementos intraducibles, un quebradero de cabeza para el traductor y un ejercicio de creatividad, por otra parte. Me pregunto también si serían cuestionables por poder ser catalogadas como ofensivas, si seguimos la premisa que defiende la adaptación de su obra al filtro actual.
Reescribir, editar textos de ficción para amoldarlos a nuestra mentalidad y sociedad implica cuestiones que como traductores debemos tener también en cuenta. A nivel histórico y traductológico, al alterar la obra original y tener que traducir estas modificaciones, se pierde también la intención original del traductor y, por lo tanto, también la de la obra. Agravándose aún más lo anterior al tratarse de un autor que ha pasado a la historia de la literatura universal, cuyo universo imaginario ha pasado a formar parte de nuestra cultura universal. También cabe resaltar que muchos de los matices originales se perderían por completo al eliminar referencias y descripciones, los cuales son una parte fundamental de cualquier novela, dándole más sentido y profundidad al relato. En el proceso de traducción es uno de los elementos fundamentales para el trasvase cultural de una obra.
Por ende, ante una reescritura de su obra se podría hablar de una obra completamente distinta a la original. Tanto la fidelidad al texto original como al traductor siempre debería imperar sobre una exigencia editorial que busca satisfacer una tendencia guiada por un tipo de censura, además de que se debe de tener en cuenta que al reescribir la obra o eliminar características de los personajes se estaría modificando la esencia de personajes que han pasado a formar parte del imaginario colectivo, como la antagonista de Matilda: Agatha Trunchbull. Por otra parte, se erradicaría parte del universo y de la magia de Dahl que hacen tan únicas sus novelas, relatos y poemas.
Por estos motivos considero que la reciente decisión de la editorial española Santillana de negarse a adaptar los libros de Dahl en España ha sido adecuada, puesto que sería un agravio al intelecto de los lectores, la obra y el universo de Dahl, la literatura y la libertad de expresión. Entendamos que son testimonios de otra época y que, a pesar de sus Trunchbull, sus brujas y cretinos, contienen la magia que alimenta la imaginación de generaciones de niños de todo el mundo, de lenguas y culturas muy diferentes a pesar de todas las diferencias intraducibles que puedan tener.
Nota de la autora:
El término “catastróforo” es un término que he inventado, utilizando “catastrófico” y la adaptación de la terminación –ferous típica del autor haciendo un homenaje personal a los términos inventados por Dahl.