El cenobio de Kim Kardashian y Kanye West
En febrero de 2020, Kim Kardashian publicó en redes sociales varias fotografías de su casa californiana de Hidden Hills, avanzando los espacios que luego se mostrarían en detalle en la edición norteamericana de la revista Architectural Digest. El goteo de imágenes alimentaba el interés de millones de seguidores que, en anteriores ocasiones, ya habían mostrado su fascinación por los inhóspitos corredores domésticos que servían de escenografía a los escuetos y ajustados estilismos de la reina de Instagram. Las lentejuelas, brillos y reflejos aceitosos de su vestuario se transformaron inesperadamente en simplicidad y austeridad en la residencia KKW, compartida con su marido, el rapero Kanye Omari West.
Los lectores se chotearon sin piedad del interior monacal elegido como refugio para una familia numerosa, con niños pequeños. De los largos pasillos color crema no cuelga ni un solo cuadro. A las paredes no se les arrima ni una mesa, cómoda o consola. La sala de estar apenas posee unos taburetes y un sofá. Ni siquiera la cocina está saturada de objetos, donde lo más llamativo son unos jarrones de cerámica. El funcionamiento del lavabo del baño, formado por una losa plana y una ranura minúscula, hubo de ser explicado en stories para calmar la sed informativa de los internautas. Al margen de la cruzada personal para obtener la vivienda más original del mundo, nos encontramos con una decisión que va más allá de excéntricas cuestiones decorativas. La pareja formada por la celebrity y el rapero se ha decantado por una forma de habitar que purifica la casa, que la reduce a lo esencial y que se construye alrededor de piezas escultóricas que maridan con los fondos monocromáticos. Una de las habitaciones sirve en exclusiva para acomodar una gigantesca escultura blanda creada por Isabel Rower. En otra de ellas, se mezclan obras de Anish Kapoor con las prohibitivos Polar Bear de Jean Royère. El interés por los redondeados y mullidos sofás que el diseñador francés concibió a finales de los años cuarenta del siglo pasado se ha desatado entre coleccionistas, estrellas de cine y acaudalados compradores desde que Kanye West tuitease que su sofá Polar Beard era su mueble favorito, y que su esposa contase con pelos y señales como su marido vendió su Mercedes Maybach para comprar un Royére, pues la etiqueta del mismo no baja del medio millón de dólares. Frente a las críticas que consideran la casa como una instalación artística a gran escala, la pareja se ha justificado diciendo que en ella pueden sentir la calma y el silencio que no hallan en el caótico mundo exterior, mientras que los niños encuentran imaginativas formas de interactuar con los escasos muebles existentes. La compraron inicialmente por veinte millones de dólares, y tras la minimalista reforma ejecutada por los interioristas belgas Axel Vervoordt y Vincent van Duysen, la vivienda ha pasado a tasarse en sesenta millones.
Esta mansión, ubicada a las afueras de Los Ángeles, es un perfecto caso de estudio de cómo entregar a la audiencia el poder de analizar la forma en que vivimos. Al compartir toda su vivienda en redes y medios escritos, la Kardashian ha creado un vínculo emocional con sus seguidores, que pueden evaluar de modo global la estética de lo mostrado, amándola u odiándola. Pero, sobre todo, lo que resulta sorprendente es su capacidad para modificar comportamientos de consumo. En el comedor de la casa KKW se aprecian las robustas sillas que Pierre Jeanneret creó a mediados del siglo pasado para el Capitolio de la ciudad india de Chandigarh. Se trata de una de las numerosas piezas de mobiliario que este arquitecto suizo diseñó para los edificios gubernamentales de dicha urbe, creada de la nada por su primo Le Corbusier. La forma de las patas y la madera empleada protegía a estas piezas de mobiliario de la humedad y de los insectos. Su durabilidad quedó constatada cuando cientos de sillas se apilaron a lo largo de la ciudad al ser reemplazadas por otros modelos en los edificios oficiales. Muchas fueron vendidas por pocas rupias, pero desde su redescubrimiento por parte de este personaje de la telerrealidad estadounidense —su hermana Kourtney Kardashian tiene al menos media docena de ellas—, la silla 051 se ha convertido en el mobiliario más deseado y buscado de los últimos años. Pasó de languidecer en almacenes a ser objeto de deseo y centro de atención de revistas de decoración, fotografía y moda. La empresa italiana Cassina, de muebles de alta gama, la ha reeditado bajo el nombre 051 Capitol Complex Office Chair. El Ministro de Cultura de la India, por su parte, ha prohibido sacar las originales de su país sin su permiso.
El estudio y trabajo de la pequeña escala, aquella capaz de cubrir necesidades auxiliares, no suele tener relevancia en los programas docentes de las escuelas de arquitectura española. No ocurre lo mismo en el Centro de Estudios Superiores Universitarios de Galicia (Cesuga), donde la asignatura Aula Abierta de 5º curso guía a los alumnos a través de la creación de prototipos de mobiliario, a través de los derechos de la propiedad industrial, y hasta de las estrategias comerciales para su venta, incluyendo la figura del business ángel. En definitiva, se trata de que el alumnado sea consciente de cómo estas arquitecturas en miniatura crean un microcosmos fundamental en el hogar. Porque, tal y como ha demostrado Kim Kardashian, en los buenos diseños todo el mundo se ve elegante y relajado.
Silvia Blanco Agüeira, Directora del Grado de Arquitectura.
